ANÓNIMOS NARCISOS DIGITALES

Eduardo Sanguinetti, filósofo, poeta y performer argentino. A travès de su sensibilidad y experiencia nos invita a tomarnos de su mano descubrinedo lo que hoy como sociedad vivimos.

La riqueza cultural se defenestró por varias vías: una, la del saber universitario y trascendente, presentido y seducido cada vez más por las corporaciones macroeconómicas; y, por otro lado, la conducta del dominado ignorante, inconforme con sus haberes.

Desde ese punto de nostalgias, se le impondrá lo foráneo sin resistencias de pueblos sometidos al imperio de la «selfie» elevada a símbolo de lo fugaz… Sodomización streaming, de anónimos narcisos digitales, repertorio de fragmentos ensimismados, en la diversidad de tendencias y estilos que conforman el panorama de sujetos lobotomizados, obsesionados por distinguirse en aras de su vacuidad.

Asistimos tanto en arte como en vida a una situación de crisis absoluta de los valores: una absoluta crisis de lo absoluto. Para algunos, síntoma infernal de la confusión del mundo, el demonio cual metáfora de la realidad y la carne… para otros, la realización del paraíso de la igualdad, la fraternidad y la libertad: paraíso proyectado en espejos cóncavos y convexos, donde nadie sabe quién mira a quién.

Finalmente para todos, un flujo irreversible de acontecimientos cuya flexibilidad no consigue ocultar su extremo rigor: se desacreditan paradigmas clásico-modernos, por ser inútiles para los “recién llegados”, para afrontar una nueva realidad, cuándo el equívoco es utilizarlos, y la tentación más fácil fingir una crisis.

Pero no hay exactamente crisis de valores, imperan unos nuevos apenas identificados, tanto más peligrosos cuánto más se muestran, cuando menos se discuten. Indudablemente es preferible hablar de Pasión y ya no de crisis.

El rito posmoderno, se le llame como se le llame: inexpresionismo, hiperrealismo, deconstructivismo o reconstructivismo, post, neos, súper o contras, no es tanto como pretenden curadoras/es formados en las usinas del oportunismo y de la especulación corporativa, que eleva a categoría de símbolo a “nadies” elegidos en casting ocasional en tienda de accesorios, sino su malformación, devenido el acontecer otrora creativo, en un crecimiento desorbitado de maneras y modos que eliminaron la posibilidad de poner en juego valores de una sociedad congelada sobre los desgastados niveles de la fama y el éxito, de “ricos y famosos” frase acuñada en los /90, que nos dice todo y nada, sobre trepadores sin pertenencia, sólo simulación y desdén por el conocimiento y el pensamiento, limitaciones previsibles de los ignorantes ‘medio pelo’, que manipulan tendencias, apuntalados por gobiernos de ineptos, descontrolados en su afán de sumar dividendos en paraísos fiscales : los que están detrás del arte se llevan el dinero a otra parte, “la gran aventura”, de mentir, estafar y reprimir, eliminando a aquel que aún persevera en ideas e ideales de liberación, en arte y vida.

Es preciso y necesario, además de displacentero, hacer mención de la pestilente farándula, que se ha instalado con anuencia de los bestiales miembros de la ‘Cofradía del Tajo Sonriente corporativo’, en el sitial de honor de los prohombres y mujeres que habitaban los espacios de la Cultura.

Cual paradoja, en este presente remasterizado, cualquier recién llegado, intentando en ‘golpe de teatro’ calculado, falsificar datos, modificar las rutinas y hábitos de prohombres y mujeres que forjaron nuestro acervo cultural, defenestrado de modo vil y siniestro por estos odiadores seriales, que eliminan sin piedad, signos de un paisaje irrepetible.

Falsifican la historia, la acomodan a intereses muy particulares, se convierten en cleros seculares de toda la mentira que nos entregan los denominados medios especulativos de publicidad de la corporación mediática, excluyente, mafiosa, que da pantalla a “los malignos” devenidos en medio y mensaje, los tramposos, “agentes dobles, triples, múltiples ad infinitum”.

Naturaleza y realidad asumen cierto carácter de víctima: metafísica, valores, sentidos, espacio, tiempo, dios, pensamiento, etc. sometiéndose en el seno de la vida y de las obras, a un doble oficio de sacralización y disolución, de apología y negación, de muerte y redención.

El arte, la poesía, la música y toda tendencia que pone en juego valores invitando al milagro, resultan desconocidas para los recién llegados al mundo de la creación y los mitos fundacionales, que estos destructores dejaran fuera del juego de la vida.

Galerías, museos, centros de arte y otros antros, reciclados en tendencia kitsch extrema, incluidos las instituciones irrelevantes que ordeñan a las musas, ya secas y sin ánimos de cristalizar el acto de la creación, se manifiestan de manera excluyente, instruyen a las nuevas generaciones, con engaño, flexibilidad extrema en el simulacro, ausencia de determinación y sentido en cada acto glorificado por prensa no especializada, impulso de negación, hambre de destrucción con los dotados, infamia, burla, insolidaridad, escarnio, maldad, mentira y sobre todo ignorancia suma en lo que respecta a la ceremonia del Arte.

El arte del milenio no precisa ocultar sus torpezas y miserias, tras un esplendor espectacular que, por otro lado viene abundantemente abastecido por los brillos metálicos de maquillajes y trampas de repertorio ligado más a las finanzas que a la creación, a la farándula grosera, portadora de la llama apagada de lo que fue el arte… El arte sirve a las personas, no a los espacios construidos por los recién llegados, ignorantes y sin la sensibilidad del instante que no garantizará jamás mayor realismo, sin una justa valoración de las realidades e irrealidades, aún no comercializadas.

En esta deconstrucción declaro con unción «la muerte del sentido», que ya no conmueve ni conduele al habitante del tercer milenio, quien tampoco ofrece exaltaciones en el florecimiento esplendoroso de cenotafios y sepelios, en una auténtica primavera de la ignorancia y la carencia de instintos básicos, donde la historia, degradada, la memoria se ha olvidado de ser destino y un horizonte a alcanzar… La humanidad anestesiada, cerró sus fronteras a la “miseria del mundo” y a los ideales creativos enterrados en cementerios clandestinos, ante la indiferencia del  ‘homo primate’ empoderado y en función de destruir todo atisbo de creatividad, sigue la fiesta de la estafa y el fraude bajo la molienda infame del verbo sin predicado… de la muerte del arte, que se está llevando a cabo con prisa y sin pausa.

Eduardo Sanguinetti
Escritor

La ricchezza culturale è stata defenestrata in vari modi: da un lato, quella dell’università e del sapere trascendente, sempre più percepita e sedotta dalle corporazioni macroeconomiche; dall’altro, dominava il comportamento dell’ignorante, insoddisfatto dei suoi beni. Da quel punto di nostalgia, lo straniero gli sarà imposto senza resistenze da parte di popoli soggetti all’impero del «selfie», elevato a simbolo dell’effimero… Sodomizzazione dello streaming, di anonimi narcisisti digitali, repertorio di frammenti egocentrici, nella diversità di tendenze e stili che compongono il panorama dei soggetti lobotomizzati, ossessionati dal bisogno di distinguersi per il gusto del loro vuoto.

Stiamo assistendo, sia nell’arte che nella vita, a una crisi assoluta dei valori: una crisi assoluta dell’assoluto. Per alcuni, sintomo infernale della confusione del mondo, il diavolo come metafora della realtà e della carne… per altri, la realizzazione del paradiso dell’uguaglianza, della fraternità e della libertà: un paradiso proiettato in specchi concavi e convessi, dove nessuno sa chi guarda chi.

Infine, per tutti, un flusso irreversibile di eventi la cui flessibilità non riesce a nascondere il suo estremo rigore: i paradigmi classico-moderni sono screditati, poiché inutili per i «nuovi arrivati» che affrontano una nuova realtà, dove l’errore è usarli e la tentazione più facile è fingere una crisi. Ma non c’è esattamente una crisi di valori; ce ne sono di nuovi che a malapena si identificano, tanto più pericolosi quanto più si mostrano, quanto meno se ne parla. Senza dubbio, è preferibile parlare di Passione e non più di crisi.

Il rito postmoderno, comunque lo si chiami: espressionismo, iperrealismo, decostruttivismo o ricostruttivismo, post, neos, super o contras, non è tanto come pretendono i curatori formati nelle fabbriche dell’opportunismo e della speculazione corporativa, che elevano alla categoria di simbolo «nessuno» scelto in fusioni occasionali in un negozio di accessori, ma la loro malformazione. Una volta che gli eventi creativi sono diventati esorbitanti in modi e mezzi che hanno eliminato la possibilità di mettere in gioco i valori di una società congelata nei consunti livelli della fama e del successo, di «ricchi e famosi», una frase coniata negli anni ’90 che ci dice tutto e niente, di scalatori senza appartenenza, solo simulazione e disprezzo per la conoscenza e il pensiero, prevedibili i limiti degli ignoranti «mezzi capelloni» che manipolano le tendenze, supportati da governi inetti, incontrollati nella loro smania di aggiungere dividendi nei paradisi fiscali: chi sta dietro all’arte porta il denaro altrove, «la grande avventura» della menzogna, dell’imbroglio e della repressione, eliminando chi ancora persevera nelle idee e negli ideali di liberazione, nell’arte e nella vita.

È necessario e giusto, oltre che sgradevole, citare la pestilenziale realtà dello spettacolo, che è stata installata con il consenso dei membri bestiali della ‘Confraternita del Tago Sorridente Corporativo’, nel seggio d’onore di uomini e donne di spicco che hanno abitato gli spazi della Cultura. Che paradosso, in questo presente rimasterizzato, qualsiasi nuovo arrivato che tenti un calcolato «colpo di Stato», di falsificare i dati, modificare le routine e le abitudini degli uomini e delle donne che hanno forgiato il nostro patrimonio culturale, defenestrati in modo vile e sinistro da questi seriali odiatori, che eliminano senza pietà i segni di un paesaggio irripetibile.

Falsificano la storia, la adattano a interessi molto particolari, diventano il clero secolare di tutte le menzogne che i cosiddetti mezzi speculativi di pubblicità delle corporazioni, esclusive e mafiose, offrono ai «malvagi» trasformati in medium e messaggio, i truffatori, «agenti doppi, tripli, multipli all’infinito». La natura e la realtà assumono un certo carattere di vittima: la metafisica, i valori, i sensi, lo spazio, il tempo, dio, il pensiero, ecc., sottomettendosi nel seno della vita e delle opere, a un duplice ufficio di sacralizzazione e di dissoluzione, di apologia e di negazione, di morte e di redenzione.

L’arte, la poesia, la musica e ogni tendenza che metta in gioco valori che invitano a miracoli, sono sconosciuti ai neofiti del mondo della creazione e dei miti fondanti, che questi distruttori hanno lasciato fuori dal gioco della vita. Gallerie, musei, centri d’arte e altri covi, riciclati in tendenze kitsch estreme, comprese istituzioni irrilevanti che mungono le muse, già secche e senza l’intenzione di cristallizzare l’atto della creazione, si manifestano in modo esclusivo, istruiscono le nuove generazioni, con inganno, estrema flessibilità nel simulacro, assenza di determinazione e significato in ogni atto glorificato dalla stampa non specializzata, impulso di negazione, fame di distruzione con i dotati, infamia, derisione, mancanza di solidarietà, malizia, menzogne e, soprattutto, estrema ignoranza riguardo alla cerimonia dell’Arte.

L’arte del millennio non ha bisogno di nascondere le sue goffaggini e miserie, dietro uno splendore spettacolare che, d’altra parte, è abbondantemente fornito dal luccichio metallico del trucco e dalle trappole del repertorio legate più alla finanza che alla creazione, al crudo spettacolo portatore della fiamma spenta di ciò che era l’arte… L’arte serve le persone, non gli spazi costruiti dai nuovi arrivati, ignoranti e privi della sensibilità del momento che non garantirà mai un maggiore realismo, senza un’equa valutazione delle realtà e delle irrealtà, non ancora commercializzate.

In questa deconstructio, dichiaro «la morte del senso», che non commuove né affligge più l’abitante del terzo millennio, che non offre esaltazioni nella splendida fioritura dei cenotafi e delle sepolture, in una autentica sorgente di ignoranza e di mancanza di istinti basilari, dove la storia, degradata, ha dimenticato di essere un destino e un orizzonte da raggiungere… Anestetizzata l’umanità, chiusi i suoi confini alla «miseria del mondo» e agli ideali creativi sepolti nei cimiteri clandestini, di fronte all’indifferenza dell'»homo primate» al potere e al fine di distruggere ogni traccia di creatività, il partito dell’imbroglio e della frode continua sotto l’infame macinazione del verbo senza predicato… della morte dell’arte, che si sta portando avanti rapidamente e senza sosta.

EDUARDO SANGUINETTI

ESCRITOR

Imagen, Escritor Eduardo Sanguinetti
Portada, Archivo Letras 25