María de la Luz Ortega poeta, escritora y tallerista, sobre todo, amante de la cultura. Es parte del directorio de esta revista. Transcribimos la ponencia presentada en septiembre del 2023, en el Instituto Cervantes de París. Un texto profundo y conmovedor. Miembro del directorio de esta revista nos comparte una de sus ponencias en la presentación el año 2023 en la casa Cervantes de París. Un texto profundo y conmovedor.
PONENCIA PARÍS
LITERATURA Y ACTIVISMO: 1970 – 2023
Después del golpe de Estado de 1973, la literatura chilena se vio fraccionada Después del golpe de Estado de 1973; a raiz de este corte acontecimiento histórico se produjo la diáspora provocando que y las manifestaciones literarias quedaron quedaran divididas en dos instancias que resultan paradójicas en toda su extensión, puesto que la literatura de un país es siempre una: la que se escribe en el interior, (la literatura del «in-xilio» como la ha llamado el crítico Grínor Rojo) y las que se escriben en el exterior; Las del exilio. Esas expresiones llegaron desde diversos países solidarios que acogieron a nuestros compatriotas que salieron al exilio como: Francia, Suecia, Alemania, México, España, Inglaterra, Canadá entre otros. Desde esos territorios, se continuó la producción literaria. Una escritura alterada, por una nueva realidad. Esa primera etapa estuvo definida por una literatura de carácter testimonial.
En Chile la censura se convirtió en una sombra constante, acechando cada línea escrita, cada gesto, cada voz. Muchos libros fueron prohibidos, una gran cantidad de ellos quemados. Debían pasar por un escrutinio minucioso antes de ver la luz. Así, se produjo la desaparición de varias editoriales, entre ellas La Editorial QUIMANTÚ (1970 – 1973), que en mapudungún significa “Sol del Saber”, que constituyó una propuesta para la democratización del libro y la lectura mediante una política de producción masiva y distribución que abaratara sus costos, acercando libros y revistas a los circuitos cotidianos. Fue un proyecto del gobierno de Salvador Allende que tuvo un lugar relevante en la construcción de una «nueva cultura para la sociedad chilena», con tirajes que alcanzaron entre 20.000 y 50.000 ejemplares.
En noviembre del 1976, el gobierno dictatorial saca al libro de la lista de los productos exentos de IVA (Impuesto de valor agregado), lo que ha traído hasta el día de hoy, consecuencias nefastas para la cosmovisión del libro.
A fines de los setenta y comienzos de los ochenta, viene una segunda etapa de publicaciones desde el exilio, libros que llegaban de mano en mano, como las de Gonzalo Millán, Omar Lara, Waldo Rojas, Sergio Badilla, Mauricio Redolés, Aurora Azocar, Gonzalo Rojas, Sergio Infante, Naín Nómez, Eduardo Embry entre otros y novelas más preocupadas por desentrañar la trama en un nuevo lenguaje adquirido en esos territorios, una escritura desde la pertenencia a una doble cultura, desde «la presente ajena que se va haciendo propia y la ausente propia que se va haciendo ajena». Así tenemos los aportes de Ariel Dorfman, Antonio Skármeta, Mauricio Wacquez, José Donoso, Isabel Allende e Elizabeth Subercaseaux.
Una de las formas más importantes de divulgación literaria producidas en el exilio, fueron las revistas, las que buscaron reunir la dispersión de autores chilenos repartidos por el mundo y mantener un posible, aunque incierto diálogo con lo que ocurría dentro de Chile., fueron muy significativas desde una perspectiva política. Las más importantes fueron Literatura chilena en el exilio, la revista Araucaria y Lar.
¿Pero qué sucedía con las escritoras que permanecieron en el «in-xilio»?
Ser escritora en Chile después del 1973, fue un desafío que estremecía los huesos y el alma. Existía una opresión feroz sobre la sociedad, restringiendo libertades básicas y censurando toda forma de expresión artística que cuestionara su autoridad.
En este escenario sombrío y asfixiante, las mujeres enfrentaron dificultades adicionales debido al machismo El mundo literario estaba dominado por hombres que tendían a menospreciarlas Se enfrentaron a la discriminación y a la invisibilización de sus voces. No obstante, estas escritoras encontraron diversos modos para expresar sus pensamientos en formatos más artesanales, convirtiendo su escritura en rebeldía y lucha.
La autocensura se volvió una táctica para evitar represalias. Algunas, eligieron la metáfora y el simbolismo. Otras fueron más directas; a través de acciones de arte, expresaban el descontento actos que se volvieron políticos. Lo que la poeta Carmen Berenguer llamó arte-pobre, pensando en lo corpóreo, “cómo el cuerpo se dota de muchos signos para decir la verdad”. Así lograron denunciar la injusticia, la represión y la violencia. Sus escritos fueron testimonios de una realidad desgarradora.
Entre esas voces que irrumpieron en los años 80, podemos destacar a Elvira Hernández, Malú Urriola, Cecilia Vicuña (Premio Nacional de Arte; considerada una de las voces más auténticas y polifacéticas de la poesía contemporánea), Mirna Uribe, Constanza Lira, Nadia Prado. En ese contexto se formó un colectivo dirigido por Pedro Lemebel de nombre “En otra”, donde varias de estas poetas realizaron intervenciones de arte a través de la performance que irrumpían en espacio públicos; que más tarde junto a Francisco Casas crearon las Yeguas del Apocalipsis (1988).
En esta aflicción, escaseaban las propuestas editoriales. Solo se publicaba a autores afines al gobierno. Las y los disidentes distribuían sus obras en peñas folclóricas o recitales. Estos círculos se transformaron en refugios de resistencia y solidaridad. Uno de esos espacios fue la Sociedad de Escritores y Escritoras de Chile. La Casa del Escritor, lugar icónico para el encuentro, la conversación fraterna y protegida. Un espacio emblemático en esos tiempos duros. Una institución que entre sus socias y socios cuenta a Gabriela Mistral, Delia Domínguez, Pablo Neruda, Raúl Zurita, Nicanor Parra, Francisco Coloane. Tantos y tantas que engrandecen nuestra literatura. Ahí nace el colectivo de Escritores Jóvenes CEJ.
A finales de la dictadura, en 1985, en plena efervescencia de manifestaciones, un grupo -conformadas principalmente por poetas- realizaron un encuentro: “Todavía escribimos”, donde dieron a conocer un manifiesto que hacía referencia a la persecución Buscaban enfatizar que todavía escribían a pesar del régimen totalitario, las desigualdades y desventajas como género. Se negaban al doble silenciamiento.
Muchas de esas voces de los 80, fueron constituyéndose como un referente, y se sumaron a las nombradas; Eugenia Britto, Ana María del Río, Stella Díaz Varín, Alejandra Basualto, Diamela Eltit, Soledad Bianchi, Raquel Olea, Soledad Fariña, Rosabetty Muñoz, Lucía Guerra, Eliana Ortega, Ida Vitale y Nelly Richard, entre otras.
Raúl Zurita, con otros poetas, como Diego Maquieira, Gonzalo Muñoz y Carlos Cociña, entre otros, forjan un movimiento que se conoció como «Neovanguardia» o «Escena de avanzada”. Zurita junto a Diamela Eltit y Litty Rosenfeltd crean el Colectivo de Acciones de Arte (CADA) que también, fue una forma de resistencia a través de gestos más radicales y trasgresores.
En 1987, Carmen Berenguer organiza el Primer Congreso Internacional de Literatura Femenina, un espacio para discutir desde la perspectiva del feminismo y hablar de la violencia ejercida en el campo literario. Muchas de ellas intervienen con sus textos de denuncia después de haber sido encarcelas, secuestradas, torturadas y violadas.
Con la recuperación gradual de la democracia en la década de 1990, las escritoras encontraron una mayor apertura para expresarse y publicar sus obras. Sus palabras se liberan y florecen con una nueva expresión y creatividad.
Emergen editoriales independientes, con el nombre Editoriales de Chile. agrupación con cerca de (150) ciento cincuenta sellos chilenos y más de setenta (70) son lideradas por mujeres.
El Día Internacional de la Mujer 8M de 2019, nace la colectiva feminista AUCH+ (Autoras chilenas) encabezado por las autoras de los años 70 y 80; aquellas que abrieron camino y conquistaron espacios en el mundo intelectual.
AUCH+, Una colectiva que sabe que la sororidad y la memoria es fundamental para producir cambios. Es importante, señalan, “reparar las desigualdades en que las escritoras y poetas han vivido”.
¿Cómo entender a Chile sin ellas y ellos, señalando el aporte de nuestros escritores de la diáspora?
¿Cómo no retorcer su legado en estos 50 años?
El Estallido Social vivido en octubre de 2019, sirvió para sacarnos la rabia y exponer la falta de justicia, de dignidad, porque las heridas no han cicatrizado y continúan abriéndose otras.
La memoria es el registro de los hechos, de un pasado y un presente revelador. Esa es la importancia de la escritura, que recoge esos tris íntimos y públicos, que surgen con marcas propias y rasgos que permanecen en la memoria de todos los ciudadanos, memoria que no debemos olvidar.
Recobrar esa memoria, significa mantener viva una escritura que ha testimoniado un tiempo significativo para la historia de Chile.
Debemos encontrar una nueva forma para entendernos y escucharnos, para reescribirnos y leernos. Debemos recomponer el tejido social.
En mi calidad de directora de la Sociedad de Escritores y Escritoras de Chile, y representante ante el Consejo Nacional del Libro y la Lectura, debo manifestar la importancia de valorar todas las voces que han transitado y transitan por nuestra literatura.
María de la Luz Ortega H
Ensayista
CARTA DI PARIGI
LETTERATURA E ATTIVISMO: 1970 – 2023
Dopo il colpo di Stato del 1973, la letteratura cilena si è frammentata Dopo il colpo di Stato del 1973, a seguito di questo evento storico, si è verificata la diaspora, che ha fatto sì che le manifestazioni letterarie si dividessero in due istanze paradossali in tutta la loro estensione, poiché la letteratura di un paese è sempre una: quello che si scrive all’interno, (la letteratura dell'»in-xilio» come l’ha chiamata il critico Grínor Rojo) e quello che si scrive all’estero; Quelli dell’esilio. Queste espressioni all’estero sono arrivate da vari paesi di solidarietà che hanno accolto i nostri connazionali che sono andati in esilio come: Francia, Svezia, Germania, Messico, Spagna, Inghilterra, Canada tra gli altri. Da questi territori proseguì la produzione letteraria. Una scrittura alterata, da una nuova realtà. Questa prima fase è stata definita da una letteratura di carattere testimoniale.
In Cile , la censura è diventata un’ombra costante, che perseguita ogni riga scritta, ogni gesto, ogni voce. Molti libri furono banditi, un gran numero di essi bruciati. Hanno dovuto passare attraverso un esame approfondito prima di vedere la luce del giorno. Così, diverse case editrici scomparvero, tra cui La Editorial QUIMANTÚ (1970 – 1973), che in Mapudungún significa «Sole della Conoscenza», che costituiva una proposta per la democratizzazione dei libri e della lettura attraverso una politica di produzione e distribuzione di massa che ne abbassava i costi, avvicinando libri e riviste ai circuiti quotidiani. Si trattava di un progetto del governo di Salvador Allende che ebbe un ruolo importante nella costruzione di una «nuova cultura per la società cilena», con tirature che raggiungevano tra le 20.000 e le 50.000 copie.
Nel novembre del 1976, il governo dittatoriale rimosse il libro dall’elenco dei prodotti esenti da IVA (Imposta sul Valore Aggiunto), il che ha portato fino ad oggi, conseguenze disastrose per la visione del mondo del libro.
Alla fine degli anni Settanta e all’inizio degli anni Ottanta arrivò una seconda fase di pubblicazioni dall’esilio, libri che arrivavano di mano in mano, come quelli di Gonzalo Millán, Omar Lara, Waldo Rojas, Sergio Badilla, Mauricio Redolés, Aurora Azocar, Gonzalo Rojas, Sergio Infante, Naín Nómez, Eduardo Embry tra gli altri e romanzi più preoccupati di dipanare la trama in una nuova lingua acquisita in quei territori. Una scrittura a partire dall’appartenenza a una doppia cultura, dal «presente alieno che diventa proprio e assente che diventa alieno». Così abbiamo i contributi di Ariel Dorfman, Antonio Skármeta, Mauricio Wacquez, José Donoso, Isabel Allende ed Elizabeth Subercaseaux.
Una delle più importanti forme di divulgazione letteraria prodotte in esilio furono le riviste, che cercavano di riunire la dispersione degli autori cileni sparsi per il mondo e mantenere un possibile, anche se incerto, dialogo con ciò che stava accadendo all’interno del Cile., sono stati molto significativi da un punto di vista politico. I più importanti furono Literatura chilena en el exilio, la rivista Araucaria e Lar.
Ma che fine hanno fatto gli scrittori rimasti nell'»in-xilio»?
Essere uno scrittore in Cile dopo il 1973 è stata una sfida che ha scosso le ossa e l’anima. C’era una feroce oppressione della società, che limitava le libertà fondamentali e censurava tutte le forme di espressione artistica che ne mettevano in discussione l’autorità.
In questo scenario cupo e soffocante, le donne hanno dovuto affrontare ulteriori difficoltà a causa del machismo Il mondo letterario era dominato dagli uomini che tendevano a guardarle dall’alto in basso Hanno affrontato la discriminazione e l’invisibilizzazione delle loro voci. Tuttavia, questi scrittori hanno trovato vari modi per esprimere i loro pensieri in formati più artigianali, trasformando la loro scrittura in ribellione e lotta.
L’autocensura è diventata una tattica per evitare rappresaglie. Alcuni hanno scelto la metafora e il simbolismo. Altri erano più diretti; Attraverso azioni artistiche, esprimevano atti di malcontento che diventavano politici. Ciò che la poetessa Carmen Berenguer chiamava arte-povero, pensando al corporeo, «come il corpo è dotato di molti segni per dire la verità». In questo modo sono riusciti a denunciare l ‘ingiustizia, la repressione e la violenza. I suoi scritti erano testimonianze di una realtà straziante.
Tra le voci che hanno fatto irruzione sulla scena negli anni ’80, possiamo evidenziare Elvira Hernández, Malú Urriola, Cecilia Vicuña (Premio Nazionale d’Arte; considerata una delle voci più autentiche e poliedriche della poesia contemporanea), Mirna Uribe, Costanza Lira, Nadia Prado. In questo contesto si formò un collettivo diretto da Pedro Lemebel chiamato «En otra», dove diversi di questi poeti realizzarono interventi artistici attraverso performance che irruppero negli spazi pubblici; che in seguito, insieme a Francisco Casas, crearono le Yeguas del Apocalipsis (1988).
In questa afflizione, le proposte editoriali erano scarse. Sono stati pubblicati solo gli autori legati al governo. I dissidenti distribuivano le loro opere in circoli folcloristici o recital. Questi circoli si sono trasformati in rifugi di resistenza e solidarietà. Uno di questi spazi era la Società degli Scrittori del Cile. La Casa dello Scrittore, luogo iconico di incontro, conversazione fraterna e protetta. Uno spazio emblematico in quei tempi difficili. Un’istituzione che annovera tra i suoi membri Gabriela Mistral, Delia Domínguez, Pablo Neruda, Raúl Zurita, Nicanor Parra, Francisco Coloane. Così tanti che ingrandiscono la nostra letteratura. È qui che è nato il collettivo CEJ Young Writers.
Alla fine della dittatura, nel 1985, nel bel mezzo dell’effervescenza delle manifestazioni, un gruppo – composto principalmente da poeti – tenne un incontro: «Scriviamo ancora», dove pubblicarono un manifesto che faceva riferimento alla persecuzione Cercavano di sottolineare che scrivevano ancora nonostante il regime totalitario, le disuguaglianze e gli svantaggi come genere. Hanno rifiutato di essere messi a tacere due volte.
Molte di quelle voci degli anni ’80 stavano diventando un riferimento, e si aggiungevano a quelle nominate; Eugenia Britto, Ana María del Río, Stella Díaz Varín, Alejandra Basualto, Diamela Eltit, Soledad Bianchi, Raquel Olea, Soledad Fariña, Rosabetty Muñoz, Lucía Guerra, Eliana Ortega, Ida Vitale e Nelly Richard, tra le altre.
Raúl Zurita, insieme ad altri poeti, come Diego Maquieira, Gonzalo Muñoz e Carlos Cociña, tra gli altri, diede vita a un movimento che divenne noto come «Neovanguardia» o «Escena de avanzada». Zurita, insieme a Diamela Eltit e Litty Rosenfeltd, ha creato l’Art Actions Collective (CADA), che è stata anche una forma di resistenza attraverso gesti più radicali e trasgressivi.
Nel 1987, Carmen Berenguer organizza il Primo Congresso Internazionale di Letteratura Femminile, uno spazio per discutere dal punto di vista del femminismo e parlare della violenza esercitata in campo letterario. Molte di loro intervengono con i loro testi di denuncia dopo essere state imprigionate, rapite, torturate e stuprate.
Con la graduale ripresa della democrazia negli anni ’90, le scrittrici hanno trovato una maggiore apertura per esprimersi e pubblicare le loro opere. Le tue parole vengono rilasciate e fioriscono con nuova espressione e creatività.
Nascono case editrici indipendenti, sotto il nome di Editoriales de Chile. Un gruppo con circa 150 stampe cilene e più di settanta (70) sono guidate da donne.
In occasione della Giornata Internazionale della Donna 8M 2019 è nato il collettivo femminista AUCH+ (Autrici Cilene), guidato dalle autrici degli anni ’70 e ’80; Coloro che hanno aperto la strada e conquistato spazi nel mondo intellettuale.
AUCH+, un collettivo che sa che la sorellanza e la memoria sono essenziali per produrre il cambiamento. È importante, sottolineano, «riparare le disuguaglianze in cui hanno vissuto le scrittrici e le poetesse».
Come possiamo capire il Cile senza di loro, sottolineando il contributo dei nostri scrittori della diaspora?
Come non stravolgere la sua eredità in questi 50 anni?
L’Epidemia Sociale vissuta nell’ottobre 2019 è servita a sfogare la nostra rabbia e a denunciare la mancanza di giustizia, di dignità, perché le ferite non si sono rimarginate e altre continuano ad aprirsi.
La memoria è la registrazione dei fatti, di un passato e di un presente rivelatori. Questa è l’importanza della scrittura, che raccoglie quei tris intimi e pubblici, che emergono con i propri segni e le proprie caratteristiche
Recuperare quella memoria significa mantenere viva una scrittura che ha testimoniato un momento significativo della storia del Cile.
Dobbiamo trovare un nuovo modo per capirci e ascoltarci, per riscriverci e leggerci. Dobbiamo ricomporre il tessuto sociale.
Nella mia qualità di direttore della Società degli Scrittori del Cile e di rappresentante presso il Consiglio Nazionale del Libro e della Lettura, devo esprimere l’importanza di valorizzare tutte le voci che sono passate e continuano a passare attraverso la nostra letteratura.
María de la Luz Ortega H
Ensayista

Imagen y Portada gentileza de la autora María de la Luz Ortega